9.5.06

EL CONTRATO

La puerta no tenía nada especial, una giratoria de cristal como tantas otras, al final, todos los edificios oficiales tienen ese mismo aspecto de pulcritud y desidia, la eficiencia pasada por lejía y mobiliario funcional, gris. La diferencia la ponía mi estado de ánimo, una mezcla entre nervios, expectativas y recelo, básicamente, mariposas en el estómago, y no será porque no haya hecho esto mismo ya varias veces, pero las anteriores no me parecía tan transcendente, al fin y al cabo no esperaba firmar por más de unos meses, como mucho un año, de hecho he encadenado ya varios contratos con sus correspondientes épocas de libertad, pero cada vez que me acerco a esta puerta tengo la sensación de que la cosa va más en serio, que tengo ya un historial, y una edad que me impiden seguir en este estado de precariedad sin que la sociedad empiece a mirarme mal, y donde digo sociedad hay que entender familia, vecinos, oficiales del estado, incluso yo mismo que tengo una especie de vocecita en mi interior que me dice que va siendo hora de llegar a una estabilidad y que ya me he escaqueado bastante.

- Su tarjeta, por favor

La señorita de recepción es la viva imagen del aburrimiento, espero que no me toque algo así, aunque a partir de ahora no tengo más posibilidad que firmar lo que me den, la otra opción, buscar por mi cuenta y arriesgarme a que salga mal me pone los pelos de punta, de hecho, no conozco a nadie que lo haya conseguido pese a que en los libros de historia dice que antes ése era el procedimiento habitual,
le entrego la tarjeta azul donde un numerito resume mi vida, lo introduce en la ranura del ordenador y ¡voilá!, ya no tengo secretos para ella.

- Cuando le llamen pase por la cabina número 8 por favor

Me conozco el proceso así que me dedico a observar al par de personas que también esperan turno, una chica muy joven, no llegará ni a los 16 años, como mucho le toca un contrato de tres meses, no está nerviosa así que no debe de ser el primero, el otro es un hombre más o menos de mi edad, nos miramos con desconfianza, conscientes de que competimos por lo mismo, en realidad es absurdo, hay para todos, la única incógnita son los detalles y la duración.

- Ernesto Franco

Uf! Ese soy yo, mi estómago se pone a bailar la polca, Tranquilidad, no pasa nada, ya sabes cómo va todo, mañana te reirás de todo esto, bueno, pasado mañana.

Entro en la cabina, es gris por supuesto, tan sólo se ven unas ranuras en la pared, un taburete, unos guantes y una especie de gorra que me pongo automáticamente, de la pared empiezan a brotar preguntas que debo contestar, tonterías del tipo cuál es tu color preferido, que has desayunado esta mañana, háblanos de tus últimas vacaciones, cuánto tiempo de contrato deseas, que tipo de relación buscas,

Se perfectamente cuál es el proceso y lo que están haciendo, lo aprendes en la escuela, se que debo contestar sin pensar porque no tiene ninguna importancia lo que diga, en realidad lo importante son las reacciones de mi cuerpo, tanto la gorra como los guantes son los que están recogiendo mis respuestas, ni siquiera las preguntas que parecen más relacionadas con el objetivo final van a modificar para nada el resultado, no puedo mentir aunque quisiera, el programa va a encontrar el contrato perfecto para mi, ese en el que voy a encajar como un guante, aunque al principio me sorprenda su decisión en realidad todo saldrá perfecto porque el programa ha filtrado ya todos mis deseos, cualidades y necesidades reales ahorrándome el riesgo de pensar y errar.

En veinte minutos he terminado el proceso y salgo con una discreta tarjeta en la que tengo anotada la cita para mañana, por supuesto está grabada también en mi tarjeta personal, al igual que están grabados todos los datos desde el mismo día de mi nacimiento, por eso el proceso es cada vez más rápido, porque, al contrario de mi mente, el programa me conoce cada vez mejor y el margen de error está reducido al mínimo, y menos mal porque este contrato viene con sorpresa, no solo por la duración ¡cinco años! ¡increíble! Sino porque me ha adjudicado un premio sorpresa, por supuesto recibo un nombre y unos datos (Alicia Santos, mujer, morena, ojos verdes, metro sesenta y ocho, cinco contratos anteriores, un hijo escolarizado, bastante normalita, nada que ver con la última sorpresa donde me vi emparejado con un hombre sin hijos) pero además me ha adjudicado un bebé, así que tengo hasta mañana para hacerme a la idea, no solo vuelvo a tener pareja sino que dentro de un año seré padre.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que no tengo palabras...me has dejado estupefacta.
Me ha encantado el post, mucho, tan sólo alabar tan maravilloso relato.

Anónimo dijo...

princesa

me recuerdas en la forma de escribir a Lucia Etxevarría, aunque tienes que ser un poco mas irreverente y atrevida.

muy bueno, y ante tu escueto comentario del otro día, sí, stoy fatal, es la edad, la inmadurez propia de los hombres y su falta de aceptación ante la edad que se nos echa encima.

alfred

Anónimo dijo...

princesa

http://ejecutivoagresivo.blogspot.com/

tu excelente blogg me ha hecho empezar el mío.

Anónimo dijo...

¿Y si te dedicas a la literatura?
Bonito

Alumnedelmon dijo...

Joer. Genial, tía. :)

PRIMAVERITIS dijo...

mística: muchísimas gracias,
anónimo: gracias. lo de lucía etxebarría me lo tomo como un cumplido y de los gordos, por cierto, tu blog ha desaparecido tan rápido como apareció, ¿te has enganchado al chat o que?
lunallena: si, claro, y a la pintura, y pago a eléctricas con cuadros y relatos no?
zmt81: gracias, gracias, fotos no por favor....(me encantan los halagos)