AMBIVALENCIA
Cuando era pequeña las navidades tenían una organización
fija, el 24 con la familia de mi padre y el 25 con la de mi madre
Nota al margen: Benditos tiempos en los que solo tenía que
gestionar dos familias
Supongo que pasa en todas las casas, cada familia tiene sus
manías y no tienen nada que ver unos con otros, en mi caso la diferencia era
brutal
El 24 transcurría siempre igual, era previsible y tranquilo
como una balsa de aceite, incluso los años en los que a la típica cuñada
tocanarices le dio por pulsar teclas sensibles, las broncas eran previsibles,
bueno, es que en realidad broncas ahí no conocí ninguna, el concepto de
enfadarse de mi abuela (la gran matrona reina) era torcer el gesto y, en caso
de extrema necesidad, ponerse enferma y decir que ella no se podía encargar de
nada, todos los demás levantaban una ceja y ponían la mesa a tiempo para la
cena. Fin de la tragedia.
El 25 era como la caja de Pandora, nunca sabías que podía salir de ahí, ni que
gente iba exactamente a concurrir, ni de que humor, ni que comida iba a
aparecer en la mesa ni, muy especialmente, cuál iba a ser el humor de la velada
Había años geniales, años con todos los tíos, primos,
abuelos y demás parentela de buen rollo, donde el alcohol corría a raudales,
los niños teníamos confeti y máscaras, se contaban chistes y mi abuela (la gran
matrona reina, vengo de un matriarcado por ambos lados) sacaba toneladas de
gambas y de capuchina. Esos años eran magníficos
Otros olías la tragedia desde que llegabas, mis abuelos
estaban de morros, los berberechos salían de latas caducadas, había que hacer
limpieza general de la cocina y la vajilla antes de empezar a pensar en poner
la mesa, algún tío faltaba o, aún peor, no bebía alcohol. Mal síntoma. Esos eran
malos, mal rollo general y problemas de fondo que los niños no captábamos pero
que impregnaban la atmósfera
Pero por regla general no era ni una cosa ni otra, llegabas
y no sabías como se iba a desarrollar el día, habitualmente la cosa empezaba
bien hasta la vigesimonovena botella de champán donde podía degenerar en la
gran juerga o en la gran tragedia, a lo largo de los años vi enfrentarse, en
algún caso de por vida, a mis abuelos entre si, a mis tios entre ellos, a mis
tios con sus padres, a los cuñados….. creo que los únicos que no nos atrevíamos
a chistar éramos los niños, alucinados por la variabilidad del ambiente
afectivo.
Mientras fui niña sufrí en silencio la incertidumbre, en
cuanto pude, de adolescente, me monté planes alternativos que me hicieran huir
en cuanto se servían los postres, la primera parte de la velada era
razonablemente segura, luego prefería largarme antes de averiguar si iba a ser
navidades de juerga o de tragedia.
Cuarenta años después, las reuniones con mi familia paterna
siguen exactamente el mismo guión, han superado la muerte de los abuelos, los
nuevos cuñados/as, divorcios, niños… da lo mismo, la balsa de aceite sigue igual
de tranquila, en la familia materna el ambiente de peligro no es que haya
desaparecido del todo, pero la caída inevitable de tres cuartas partes de los
actores, por muerte natural o discusión de por vida, hace que la tragedia se
masque mucho más levemente, todavía algún año se acaba con lloros, todavía me
preparo un plan de escape, pero reconozco que es mucho más llevadero.
Lo curioso es que todavía, a día de hoy, no tengo claro si
yo soy de mi madre o de mi padre, y no hablo solo de una reunión en navidades,
hablo de si prefiero vivir en la montaña rusa de las emociones desatadas o casi
mejor me quedo con la estabilidad y la previsibilidad de una vida tranquila.
Vamos, que ha aparecido un pelirrojo tranquilo, estable y
muy……. de familia paterna, echo algo de menos la excitación de la incertidumbre
pero…… jo, esto tiene sus ventajas, por arrobas.
4 comentarios:
Es curioso. A mí me pasa algo parecido con mi familia y la política. Ellos son muy moderados pero nosotros nunca se sabe cómo podemos acabar. La verdad es que creo que prefiero la moderación. Un beso.
¡Qué bajón!. Y sólo es octubre... Yo aspiro a comerme una tortilla de patata, eso sí, regada con buen cava... y a largarme a una isla de clima cálido a tumbarme al sol, sin tener que celebrar nada.
Yo también ya me estoy comiendo la cabeza por las navidades de los cojones. Ante una madre que aún está celebrando que nos hayan quitado la paga "extra" a los funcionarios, y la misma madre que ha declarado que este año navidades en su casa (a 900km), cuando todos los hijos, funcionarios o no, vivimos al límite de la supervivencia económica, el mal rollo está servido ya. Ho ho ho.
Ya verás ..., el pelirojo va a ser el gran amor, de esos que llegan sin sentirse que no te vuelven el mundo del revés, pero son tan maaaajos, se están taaaan a gusto con él, ya verás ...
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